Hola, mis queridas mujeres valientes,
Hoy quiero hablarles de algo que todas hemos sentido en algún momento: ¿qué hacemos cuando tenemos una meta clara, pero los obstáculos y las dificultades parecen interponerse en el camino? ¿Nos rendimos? ¡Claro que no!
Si algo he aprendido es que los planes pueden cambiar, pero la meta jamás.
Escribo esto porque, muchas veces, tiramos la toalla demasiado pronto. Permitimos que los contratiempos se conviertan en excusas para abandonar nuestros sueños, dejando que el tiempo pase sin darnos cuenta y relegando nuestras metas a un segundo plano.
El año pasado, por ejemplo, comencé con muchos planes y objetivos. Sin embargo, todo cambió con un diagnóstico inesperado: cáncer de mama. Fue un año duro, lleno de desafíos, pero decidí mantener mi meta siempre en mente. Sí, los planes tuvieron que cambiar, pero nunca mi propósito.
Cuando te enfrentas a una prueba tan grande, es fácil que los sueños se tambaleen. Pero para mí, esta experiencia me dio una fuerza inmensa.
Hoy, gracias a Dios y a la vida, estoy en plena salud y más decidida que nunca a cumplir mi misión. Este proceso me enseñó que, aunque las cosas no sucedan según nuestro tiempo, suceden en el tiempo perfecto de Dios. Y ese tiempo siempre es el mejor momento.
Por eso quiero decirte: no esperes a que algo drástico ocurra en tu vida para tomar acción.
Empieza hoy. Haz eso que llevas soñando desde hace tiempo: inicia ese proyecto, postúlate para ese trabajo que deseas, sal de lo que no te aporta, empieza a cuidarte, valorarte y amarte.
Y si el Plan A no funciona, no te preocupes: el abecedario tiene muchas más letras. Cambia el plan, pero nunca la meta.
Este es tu momento.
No lo dejes pasar. ¡Toma acción y construye la vida que realmente mereces!